lunes, 30 de junio de 2008

Lo bueno de quedarse

Si, es cierto. Este es un país de mierda. Godo, hasta la izquierda es goda. Todo se arregla a las malas. No existe ni siquiera una idea del derecho consuetudinario. Es la cultura del rebusque, del mestizo arribista que sólo le importa ascender, sin importar a quien o a que causa tenga que pisotear. La cultura en la que el terrateniente dueño y legislador de todo en el horizonte es el paradigma, donde se agradece la caridad del rico y se tolera la pasividad del pobre.

Pero bueno, no estoy en un sector social que esté realmente en condiciones críticas. Hago parte de la población que por definición vive del excedente económico. Soy una inutil intelectual, pseudo artista, que tiene tiempo y cabeza para quejarse de lo que realmente no le afecta. Vivo en el pequeño mundo de mentiras que sería bueno si fuera posible para más personas. Tengo internet, libros, educación y manejo temas y lenguajes que pueden ser deliciosamente excluyentes. Puedo disfrutar de las pequeñas cosas que hacen tan atractivo al foclor colombiano, como los domingos repetidos mensualmente, la anarquia y la autoregulación en el tráfico, y la perfecta incoherencia de las autoridades. Puedo hacer uso del machismo a mi favor, pues he aprendido a hacer uso de la indefensión femenina como medio para lograr la favorabilidad y la protección de los muchos idiotas que se atraviesan en el camino. Pero también tengo licencia y armas para hacer valer mi valor como mujer autónoma e inteligente en los medios en los que de eso depende mi supervivencia, ascenso o simple y favorable notabilidad.

No digo que me quedo hasta la muerte. No siento mayor afecto por esta nación. No siento, como casi nadie en este país, el impulso de defender mi patria hasta las últimas consecuencias. Creo saber quienes son los buenos y quienes son los malos, pero también tengo la firme convicción de que el problema es tan complejo y tan arraigado que sólo un total y absoluto replanteamiento de los principios logrará hacer posible lo que muchos sueñan, que la mayoría no se atreve a imaginar, y lo que tantos aún luchan. A éstos últimos admiro: por que no hay mayor valentía que seguir soñando, y creyendo que los sueños son posibles.

Por ahora tengo qué disfrutar y a quien admirar.

sábado, 28 de junio de 2008

El retorno a las palabras

El deber de respirar despacio y enfilar las palabras una a una. La obligación de concretar los colores de los recuerdos, y revisarlos antes de nacer. Todo para construir un registro y una prueba de que estoy aquí, de que quiero ser escuchada y entendida, para regalarle una cicatriz al mundo.