jueves, 28 de abril de 2011

El espíritu de la época

Un panorama saturado. Es innecesario listar los múltiples ansiogénicos. Los medios informativos brindan una amplia gama de exabruptos como la descarada desmantelacion de la precaria democracia, la proliferación del terror sin nombre ni castigo y la estruendosa miseria de quienes lo han sufrido todo, entre otras muchas y abyectas atrocidades. Ahora, las aguas diluviantes arrasan tranquila y constantemente lo próspero y lo paupérrimo, se traducen mediáticamente como fotografías aéreas e historias lacrimógenas perdidas entre noticias de farándula. La pululante información con la que la mayoría de la población masturba su juicio sólo parece conducir a un laberinto de sinrazón, pues siempre se sabe que hay algo más allá, algo escondido, algo subyacente y perversamente manipulado. Como en las películas de terror de los ochenta, lo que no se ve es lo que nos inspira más miedo.

Las colosales dimensiones de las múltiples debacles superan cualquier especulación. La destrucción de la tierra, su cuenta de cobro, la crisis económica, las guerras inventadas, los nuevos fascismos, las epidémicas enfermedades mentales y las patológicas relaciones interpersonales segan las esperanzas de mejoría individual, e individual y colectivamente nos vemos abocados a recurrir a escapismos sensualistas cuyo gozo nos infundan la energía suficiente para sobrevivir. Por que eso es lo único que se espera de la vida, sobre todo en un país como éste, donde el desplazamiento forzado ya es una longeva constante demográfica, donde las cifras oficiales ya ni se ocupan de los desaparecidos y cuentan a las ventas ambulantes como empleo, y donde se olvida que aún hay niños que pasan todo un día con un tinto y un pan e incluso menos. 


Hay que seguir saliendo, aunque el sistema de transporte "modelo" sea, por decir lo menos, indigno y escandalosamente costoso; sobrevivir es un deber, a pesar del rastrero sistema laboral y de seguridad social, que obliga a los trabajadores a comprar el derecho a una remuneración con dinero prestado; la esperanza debe pesistir, aunque a cada minuto surjan evidencias de las dimensiones del horror y de la cercanía del peligro. El optimismo aunque obstinado, colapsa. Este momento es eterno: todo un hoy, un día eterno y oscuro que se muestra tan aciago como aquellos textos que leia cuando soñaba con que todo podìa ser mejor.

Sólo espero poder despertar mañana.

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